Thursday, November 16, 2006

La adaptación del músico andino a los instrumentos de occidente: breve comparación con los músicos tradicionales costeños y realidad musical de ambos

Introducción.-

La música ha estado siempre presente en el accionar diario del hombre y se ha mantenido partícipe de manera protagónica en distintas manifestaciones. Desde la percusión en los primeros habitantes africanos, pasando por las escalas menores armónicas del barroco tardío en Alemania hasta llegar al mundo de la música trance en ciudades como Londres, Nueva York y Buenos Aires.

Para nada ajeno a ese fenómeno, el hombre de los andes del Perú ha sido creador de su propia música. Ha sufrido sucesivos impactos en su comprensión sobre esta debido al encuentro generado con distintas culturas ajenas. Así, nuevos aportes eran asimilados para consiguientemente engendrar la nueva variante sonora.

El desarrollo del presente artículo pretende exponer la solvencia del músico andino para adaptarse a nuevos elementos que aseguran y refuerzan la innovación y vigencia de su expresión artística en zonas tanto rurales como urbanas y las tensiones producidas al irrumpir el carácter genuino de su música.

La serranía del Perú ha sabido asumir con admirable creatividad y, en muchos casos, virtuosismo (Raúl García Zárate y Jaime Guardia son prueba fidedigna de ello) los nuevos tipos de instrumento que por diversos motivos llegaban a él. Dicha experiencia la ha sufrido desde épocas de la conquista en que arribaron los instrumentos de cuerda (el arco es el vestigio prehispánico más cercano, sin embargo, poco probable) hasta los tiempos en que audaces agrupaciones de la sierra central se atrevieron a incursionar en la utilización de elementos electrónicos. Es así que se llega a la inevitable y avasalladora industria musical que se respira en la actualidad.

No obstante, el impacto que esta ha suscitado en la ciudad capital no ha tenido el recibimiento más abierto, respetuosa e inteligente de los sectores tradicionalmente ubicados en la clase media y alta. ¿Cuál podría ser la explicación a esta intolerancia permanente? Quizá se deba a la incomprensión histórica de los hechos y los elementos involucrados en este fenómeno. La exposición de este tema busca contribuir con la solución de esta problemática que genera discordia e impide el fortalecimiento de la diversidad cultural de los peruanos y su derecho a identidad con sus propias características.

Procesos de encuentro con culturas ajenas y readaptación dadas las nuevas condiciones: una aproximación histórica.-

En las culturas pre-incas y el Imperio Incaico, los hombres ya desarrollaban expresiones musicales. Muy arcaicas y primitivas, por cierto. Eso debido a la fuerte limitación tanto en el aspecto material como en el sonoro. En primer lugar, no se conocían otras formas de hacer música sin el uso instrumentos de viento. Además, los sonidos se creaban a través de la invención de distintos patrones alrededor de cinco únicas notas[1].

La superioridad tecnológica por parte de los españoles sobre los pobladores del antiguo Perú y las enfermedades y epidemias que su población sufría propició la ejecución de la conquista de tierras incas en 1532. Adicionalmente, la llegada de los conquistadores al Tahuantinsuyo coincidió con la lucha interna que Huáscar y Atahualpa, ambos hijos de Huayna Cápac, sostenían por el control del Imperio Incaico. Hecho que actuó como ente desestabilizador de dicha coyuntura política y social. Es así, que los pobladores indígenas sufren cambios en su estilo de vida: esclavitud, evangelización, castellanización y, desde luego, nuevos conceptos de arte (entre ellos, el de la música).

Europa apelaba al uso de las cuerdas para la generación de ritmo, melodía y armonía. Instituido ya el Tahuantinsuyo como colonia, el Virreinato del Perú reunía muchas de las características presentes en España. Entonces la música sacra (cuyo apogeo se daba paralelamente en el Viejo Continente) llegó al país. Fue entonces que instrumentos como el violín, guitarra y arpa se difundieron entre los músicos locales.
Cabe señalar que los primeros instrumentos de cuerda en ser adoptados con fuerzas en los Andes fueron el arpa y violín. Principalmente en las regiones del sur y centros andinos Actualmente, hablaríamos de Junín (Huancayos, Acolla, Jauja, Yauyos) y la zonas próximas entre Ayacucho y Huancavelica. Los primeros ejemplares de instrumentos semajantes a la guitarra flamenca de hoy fueron unas pequeñas guitarrillas (que fueron el paso previo a los distintos tipos de charango) de 5 cuerdas. Fue recién para el siglo XVIII que la guitarra asume un rol protagónico, sin reducir el uso de los otros instrumentos ya instaurados e institucionalizados.
Institucionalizados es un término necesario de recalcar. Por ejemplo, al ser el arpa (cargada en hombros por el ejecutante) fuente de musicalización de un pasacalle con fines de homenaje religioso, es posible afirmar que el instrumento efectivamente estaba ya institucionalizado.

La necesidad del hombre de los Andes de canalizar sus sentimientos (ante tanto dolor, explotación, maltrato e injusticia) suscitó el uso por parte de este de los instrumentos importados de Europa. Consiguientemente, nuevos géneros y patrones musicales emergían. Ahora la guitarra ya no reproducía sonidos celestiales (barrocos y neoclásicos), reproducía llanto y melancolía. Los instrumentos de cuerda fueron alterados en su forma y afinación para la invención de nuevos como el charango, de fuerte tradición en Ayacucho, Cusco y Arequipa.

Así transcurrieron los siglos de la colonia. Pasada la independencia, en tiempos de la república en el siglo XX, la música andina se mantuvo fuertemente marginada, oculta y circunscrita a un ámbito eminentemente campesino y rural. Por ejemplo, mientras los criollos disfrutaban de sus ritmos en pleno día, los serranos lo hacían al sintonizar las emisoras radiales en horario de madrugada. Sin embargo, esta situación (estamos hablando de la década de 1950, en pleno gobierno del oligarca Prado) cambiaría en algunas décadas.

El proceso más reciente de urbanización y migración, comenzado a partir de los años 50, coincide con el fin paulatino del poder explotador oligárquico y, en consecuencia, con la estructura tradicional de sociedad andina sustentada en la servidumbre. De tal manera, se edifica el inicio de una nueva etapa de urbanización e industrialización donde el cholo (nuevo actor social) se enfrenta a sucesivas contradicciones entre modernización y tradición al llegar a la ciudad[2].

Dicha modernización traía consigo nuevos elementos como el de la tecnología. Dentro de ella, la conversión de innumerables instrumentos tradicionales de forma artificial al sonido electrónico se reproducía. Entonces se hallaba un teclado electrónico que imitaba el sonido de numerosos instrumentos al seleccionar la función respectiva. Ello propició la convulsión de creatividad que facilitó la edificación de la plataforma que dio lugar al nacimiento de flamantes géneros musicales en toda la esfera. Y, obviamente, el Perú forma parte de tal esfera.

Los aportes de los músicos andinos con respecto a los géneros musicales fueron la cumbia de ceja de selva a mediados de los 70, la chicha tanto limeña como de la sierra central en principios de los 80, la tecnocumbia hacia fines de los 90 y finalmente, en la actualidad, el huayno con arpa canteña (producto del reciclaje de un estilo tradicional) que se cultiva en toda la sierra. Sus mayores exponentes (o algunos de ellos) respectivamente: Los Mirlos, Los Shapis, Rossy War y Dina Paucar.

Si bien no todos los inmigrantes se quedaban de forma definitiva en la ciudad, quienes lo hacían, eran partícipes de la formación de un flamante perfil de ciudadano. Aun quienes regresaban al campo, lo hacían con una concepción de las cosas diferente. Ya estaban "contaminados" por la modernidad. El cholo como nuevo actor social se ve en la constante disyuntiva entre dos líneas (probablemente enfrentadas), la de la cultura genuina andina y la de la sociedad occidental encarnada en Lima. El paradigma de nación homogénea se alejaba cada vez más acentuadamente gracias al permanente mestizaje que todavía en pleno siglo XX se daba. Nuevos elementos representativos surgían en los emergentes distritos marginales de la periferia limeña (como Los Olivos, Comas, Villa El Salvador, etc.): los pueblos jóvenes (quién no recuerda al padre del Cerro El Pino "Poncho Negro"), Sarita Colonia, las combis (un aporte del libre mercado post Consenso de Washington), los periódicos chicha (medio de embrutecimiento generalizado en el régimen fujimorista) y, claro, Lorenzo Palacios Quispe “Chacalón”.

Posición actual del músico andino.-

Innegable fue (y es) la reacción frecuentemente negativa de los sectores conservadores de la música folklórica ante las variaciones de sus géneros dados los cambios tecnológicos y culturales. Muchos se resistieron a que los efectos de la globalización y occidentalización del mundo se manifestaran en el sonido de sus cánticos. No obstante, la avanzada mestiza ya había emprendido su carrera hacia la masificación de su música a mediados de la década de 1970.
Uno de los paradigmas desechados a raja tabla por los grandes emprendedores y nuevos empresarios fue el de la idea de que “el público popular no genera ganancias” o el despectivo “el pueblo no da dinero”. En el Perú, se hallaba retrógradamente egoísta negar dicha situación y aferrarse a un público selecto que cada día invitaba menos al desarrollo de la creatividad y de la integración social.

El nuestro es un país caracterizado por el mestizaje en múltiples sentidos que como conjunto formaron y siguen formando una cultura. Esta ha ido evolucionando hasta alcanzar a tomar ciertos rasgos occidentales que se manifiestan en el erguimiento de un sector muy importante que inicia una actividad económica caracterizada por la demanda de un público considerablemente grande.

Dicho mestizaje (que intrínsecamente intentaba equilibrar la relación andes-occidente) fue el factor que favoreció el crecimiento sostenido de este mercado de grandes dimensiones. En términos de la teoría de la producción: el factor trabajo eran los músicos y el factor capital, los instrumentos electrónicos. La combinación de ambos al menor costo posible aumentaba la productividad de los empresarios promotores. La adaptación constante a los instrumentos occidentales es la razón de su vigencia hasta hoy.

El hombre andino no se ha mostrado intimidado ante la llegada de nuevos instrumentos. Siempre ha estado predispuesto a probar estilos distintos, matices nacientes y modelos vanguardistas. Ha canalizado muy a su manera las nuevas (o foráneas) tendencias que, a través de los medios de comunicación, llegaban a la urbe limeña. Por ejemplo, para anunciar un concierto de música chicha, los promotores de espectáculos utilizan llamativas y estridentes propagandas que evocan muy claramente la estética disco de la década de 1960.

En la actualidad, el hombre andino (o descendiente de él) posee una capacidad productiva muy envidiable. Su carácter específico es tan nítido que la variante sonora de cada región es muy propia. Esa cuestión propia contribuye con el fortalecimiento de los lazos de identificación entre miembros de un mismo pueblo. A partir de ello, se destaca la variedad existente en el mercado. “Hay para todos los gustos” (desde el huayno del norte de la serranía limeña, hasta las cumbias sanjuaneras de la sierra piurana). No es de sorprenderse el poder de convocatoria de las bandas mestizas. Plazas llenas, parques zonales repletos, clubes regionales alborotados, mítines políticos de concurrencia asegurada.

El huayno con arpa señalado en párrafos del subtítulo anterior es dueño de un arraigo popular muy considerable en estos días. Existen muchas emisoras que difunden ese estilo, la venta de cerveza crece en tiempos de festivales y las cantantes caen en pleitos de nivel paupérrimo como método (eficaz, ciertamente) de propaganda. Los diarios de la prensa amarilla informan frecuentemente la balacera de una intérprete, los problemas judiciales de otra y los desencantos amorosos de la de mayor proyección. Existen, claro está, honrosas excepciones.

Comparación con el músico costeño.-

La tradición musical de los costeños ha sido fuertemente nostálgica. Letras que ilustran la época virreinal cual cuento de hadas. Elementos criollos que se intentan establecer como etiqueta de identidad nacional. Su canto era apolítico, libre de protesta social. De allí el enfrentamiento entre la composición oligárquica de la primera etapa de Chabuca Granda (previa a la dictadura militar) y la crítica social del progresista y siempre consecuente Manuel Acosta Ojeda.

El nuevo Perú es distinto; mira al futuro, es emprendedor, los pueblos emergentes quieren ser forjadores de un destino próspero. Por eso la potencialidad de la nueva música andina se desarrolló imparablemente. El arraigo popular de los conciertos de los serranos era (y es) olímpicamente mayor al de los costeños. Esta afirmación puede sustentarse en términos cuantitativos: mientras locales como el “De Rompe y Raja” y el “Sachún”, que albergan a artistas criollos, tienen una capacidad de entre 200 y 300 personas; el Huayabamba y el Taita de San Juan De Lurigancho (sedes de los aniversarios de Sonia Morales y Anita Santivañez), pueden acoger a 20 mil ó 25 mil personas sin ningún tipo de problema.

Esta situación se da debido a la poca asimilación de nuevos instrumentos por parte del músico costeño. ¿Cómo se expresa esto? Mediante la producción musical de este. Si bien la música criolla alcanzó niveles altos de popularidad a partir de la década de 1950 y se acentuó en el régimen militar[3], los estilos interpretados se han mantenido intactos. Los mismos cantantes, los mismos ritmos, los mismos instrumentos. Es entonces que, cuando los medios de comunicación regresan a los dueños originales, el criollismo decae con la aparición de programas como “Risas y salsa” en Panamericana Televisión en que se establecían vínculos con las masas basados en la difusión de patrones estilísticos y musicales orientados hacia lo caribeño[4].

Hoy, los escándalos también han llegado al mundo de la música de la costa. Las colonias peruanas en el extranjero reciben a artistas criollos. Pero, ¿si los músicos se quedan en tales países y sin documentos, eso es legal? Hechos como este reflejan el mal estado de los músicos de la canción criolla, su ejecución es poco lucrativa. Adicionalmente, el apoyo del Estado y los medios de comunicación en general es mínimo. Hasta junio del 2006, se emitía en vivo y en directo una vitrina de cierta importancia vía el canal del Estado. Se trataba del programa “Mediodía criollo”. Programa del que en estos días se emiten repeticiones y resúmenes poco estimulantes.

Balance y proyecciones.-

Luego de sostenerla como tesis de la popularidad de los músicos del ande, se debe subrayar la necesidad de adoptar nuevos ritmos y estilos, pero sin dejar el lado tradicional que es el único que puede señalar de modo fidedigno el origen del presente cultural de los hombres. De igual manera, en la costa deben cultivarse modos de crear música para recuperar el público que en el pasado se tuvo y, por qué no, atraer a nuevos sectores de la sociedad. De lo contrario, esta desaparecerá o se hará aún más diminuta.

Debe establecerse un Estado multicultural con ciudadanos interculturales[5]. El modelo homogenizador ya perdió toda compatibilidad con las condiciones específicas del Perú y el mundo. Si se es consciente de las diferencias entre los miembros de una sociedad (con pleno respeto y tolerancia) y sin crear sociedades paralelas y ajenas, el proceso de integración se edificará con rasgos de esperanza. Para ello, las segmentaciones deben ir debilitándose. El contexto y escenario ideal es el de costeños, serranos y selváticos disfrutando y compartiendo sus expresiones musicales de forma natural.

Por otro lado, el peligro latente de la occidentalización por parte del músico andino es el de la homogenización cultural. Lamentablemente, esta ya se dio y se sigue dando. Cuando el gobierno de Fujimori intentaba aferrarse al poder a perpetuidad, la música fue usada como herramienta de homogenización. El ritmo de la tecnocumbia acaparó los medios y se impuso como el género de moda, gran porcentaje de la población disfrutó de dicha música. Sin embargo, se estaba llevando al establecimiento de un ritmo único en el gusto de la gente. Todos pensaban igual y cantaban lo mismo, sus mentes habían sido simplificadas a unos cuantos acordes y letras repetitivas. El embrutecimiento sistemático de aquel entonces envileció una música que había perdido ya del todo su mística.
Algo similar ocurre con el huayno con arpa. Dicho género se basa en la ejecución del arpa andina. Pero con la técnica específica empleada en las provincias de Canta, Cajatambo, Oyón y Yauyos. No obstante, sus máximas representantes nada tienen que ver con los lugares aludidos. Algunos ejemplos de procedencia: Abencia Meza y Sonia Morales, Huaraz; Dina Paucar, Huánuco; Nancy Arcos y Jacqueline Puente; Laurita Pacheco, Arequipa. Todo esto por el ánimo lucrativo de los promotores de conciertos y productores, quienes irrumpen deliberadamente con la diversidad cultural y especificidad de cada pueblo y región. Es justo señalar que en el sur de Ancash y Huánuco también se cultiva es estilo con arpa. No obstante, en el caso de Ancash, la presencia de célebres intérpretes como el Jilguero del Huascarán o la Pastorita Huaracina (donde el primero enfatizaba el uso de un pequeño tambor y una guitarra con requinto, mientras que la segunda empleaba guitarras, violín y acordeón) favorecieron la asociación de esa región con sus trabajos musicales. ¿Qué intérprete de huayno con arpa de la talla (para Oyón) de Pelayo Vallejo o los hermanos Lucio y Tomás Pacheco existió en Huánuco o Ancash?
Finalmente, la tarea pendiente de los ciudadanos más favorecidos económicamente y en términos de instrucción es la de eliminar la exclusión y desvaloración históricas de la música andina (en todas sus expresiones) y sus oyentes, dadas por su incomprensión como manifestación de la diversidad de los pueblos del Perú. Si se pretende realizar un cambio responsable, deben tomarse en cuenta los efectos que pueden surtir a partir de la toma decisiones y desarrollo de políticas de Estado en el aspecto del impacto cultural en la gente.

[1] Nótese a la música quechua como pentatónica.
[2] Para más información, consultar: Degregori, Carlos Iván. Perú: identidad, nación y diversidad cultural. En Heise, María. Interculturalidad creación de un concepto y desarrollo de una actitud. Perú, Programa Forte-PE, 2001.
[3] Recuérdese el programa televisivo “Danzas y canciones del Perú”, emitido por el canal Panamericana Televisión durante la dictadura militar, cuando dicha emisora fue estatizada.
[4] Caída la dictadura militar, la nueva Constitución de 1979 diluyó las restricciones para dar paso a una sociedad de libre albedrío. Es así que los medios de producción, entregados a los fines del capitalismo, emprenden veloz carrera hacia la homogenización cultural.
[5] Kymlicka Will. Estados multiculturales y ciudadanos interculturales. Ponencia presentada en el V Congreso Latinoamericano de Educación Bilingüe. Lima, agosto del 2002.

Wednesday, September 27, 2006

Reseña y crítica al artículo "La gran transformación" de Carlos Iván Degregori

La primera gran transformación

El proceso más reciente de urbanización y migración, comenzado a partir de los años 50, coincide con el fin paulatino del poder explotador oligárquico y, consiguientemente, con la estructura tradicional de sociedad andina sustentada en la servidumbre. Así, se edifica el inicio de una nueva etapa de urbanización e industrialización donde el cholo (nuevo actor social) se enfrenta a sucesivas contradicciones entre modernización contra tradición. En primera instancia, en la década de 1950 y 1960, este enfrentamiento se llevó con cierta armonía debido a que se rompían tradiciones consideradas arcaicas (la andina y criolla) gracias a la expansión de un proceso de modernización promovido por el desarrollo económico en ciertos ámbitos y la seguida ampliación del gasto público.

La irrupción corporativista del gobierno velasquista propició la reproducción de sectores sociales que organizaron numerosas movilizaciones. Esta atmósfera pareció encontrar solución en el momento en que se convocó a una Asamblea Constituyente encargada de la promulgación de una nueva Constitución que sirviese como plataforma a un flamante régimen integral y democrático. Sin embargo, la aparición de un partido de orientación marxista-leninista-maoísta de nombre Sendero Luminoso, con su guerra popular prolongada del campo a la ciudad puso en jaque a dicho naciente régimen. Por otro lado, surgía una clase empresaria emergente conformada por aquellos migrantes andinos que creaban un nuevo Perú.

La década de 1950 aceleró el proceso de educación primaria y secundaria con el motivo de disminuir la tasa de analfabetismo, sobre todo en sectores pobres. Este hecho produjo la necesidad de estos sectores por seguir continuando esa carrera de desarrollo educativo, lo que impulsó el mayor acceso a la educación universitaria y la creación acelerada (desde los años 80) de nuevas universidades sin ningún tipo de regulación cualitativa.

Sucesivos avances en el aumento de la tasa de natalidad y reducción de mortalidad convirtieron al Perú en un país principalmente joven y a su vez urbano. Esto último se explica por el éxodo hacia Lima y otras ciudades que iba acentuándose al pasar las décadas de la segunda mitad del siglo XX. El nuevo modelo de ciudadano buscaba insertarse en la vida económica para escapar de su pobreza y, asimismo, ubicarse en un espacio geográfico que se adapte como su lugar de residencia. Es entonces que se constituyen las primeras invasiones en zonas periféricas que con el tiempo se convirtieron en distritos como San Juan de Lurigancho, El Agustino, etc., aunque sin el debido orden y condiciones de vida adecuadas.

La ausencia del Estado para solucionar problemas de carácter urbano favoreció la organización basada la cuestión de reciprocidad dada entre miembros de un mismo origen. Esta tradición de origen andino, surgió como una alternativa eficaz y también como medida de autoprotección y asociación que devino en la aparición de nuevos conceptos de comercio masivo que fueron hallándose en un país que iba diluyendo los antiguos esquemas post-coloniales antes asumidos. Nueva identidad cultural: interacción con los nuevos medios de comunicación y reestructuración en distintos ámbitos (arte, religión, etc.).

En medio de una coyuntura política y social en que el más perjudicado era siempre el sector bajo, aún se hallaba una Iglesia Católica distante e inmersa todavía en el sistema feudal. Fue de este modo que facciones dentro de ella, como la de la Teología de la Liberación, centraron su lucha contra la pobreza y buscaron liberar al hombre de la opresión ejercida por la explotación. Además, brotaron iglesias cristianas alternativas ubicadas en zonas de violencia social como las comunidades evangélicas o la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal. Sin embargo, la tradición Católica pudo sostenerse a través de cultos populares como el de Sarita Colonia y fiestas patronales de llegada popular.

El movimiento migratorio obligó a readaptar costumbres y tradiciones a las condiciones espe-cíficas de la ciudad para poder mantenerlas vigentes y arraigó muy fuertemente símbolos de identificación nacional. Sin embargo, se mantiene un nivel de pobreza y desigualdad notable que impide el desarrollo total del potencial de nuestros ciudadanos. Problemática que hasta hoy no encuentra solución.

Esta primera transformación está condicionada por el movimiento de las condiciones sociales y materiales de la sociedad. No obstante, Carlos Iván Degregori intenta presentar esta transformación como un hecho histórico que va de la mano con un proceso natural de modernización promovido por el Estado en la ampliación del gasto público. Esta es una afirmación incierta debido a que la aludida transformación se debe al cambio de la fuerza explotadora. La explicación es simple. Antes de la migración expuesta, el Perú se mantenía como una sociedad semifeudal en la que hacendados y gamonales ejercían el poder de explotación hacia el campesino. Sin embargo, esta situación ve alterarse por su evidente carácter insostenible cuando el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, en el año 1969, expropia las tierras de los hacendados en plena Reforma Agraria. Esta reforma no vino acompañada por un proceso de administración de tierras y tecnificación por lo que los campesinos fracasaron en el intento de manejar la tierra trabajada. Fue así que se generan las consiguientes migraciones a la ciudad.

El hombre andino al encontrarse situado en la ciudad se halla en una contradicción. ¿En realidad ellos conquistan Lima o se ven absorbidos por ella? Sucede que se ven absorbidos por ella. Al crear un emergente espíritu de empresa, el nuevo ciudadano forma negocios que nacen en medio de la informalidad, pero el tiempo les da el sustento necesario para afianzarse y pasarse al lado de la legalidad. En consecuencia, se crea una nueva burguesía que, en defensa de sus nuevos intereses, toma una posición conservadora que lo único que hace es perpetuar el sistema que los acogió en un principio como sector marginal.


La segunda gran transformación

El vertiginoso desarrollo de la informática ha impactado en la concepción sobre realidad que tradicionalmente se tenía y rompe con los esquemas clásicos de espacio y tiempo. La naciente denominación “aldea global” surge en medio de avances en el campo tecnológico, sin embargo, mantiene los viejos problemas de desigualdad y concentración del poder económico manejado por grandes corporaciones que emprenden un gran plan de homogenización cultural que limita la cuestión tradicional. A pesar de dicha tensión entre tradición y modernidad, se crean fuentes de creatividad que fusionan y renuevan ciertas manifestaciones hasta el punto de tener la capacidad de deslocalizarlas. Esto genera, a pesar de la fuerte opresión ejercida por la globalización, lazos consistentes que refuerzan la perspectiva sobre identidad.

Los medios de comunicación han logrado articular el territorio peruano y le han adjudicado un sentimiento de pertenencia a través de elementos simbólicos como la transmisión de un partido de fútbol. No obstante, también buscan establecer parámetros superiores y de mayor validez (música, moda, concepto de belleza, etc.) que objetivamente no compatibilizan con la realidad del país debido a que difunden rasgos foráneos e ilegítimos. Aunque poro otro lado, los medios son utilizados también por quienes buscan la reivindicación de los verdaderos valores nacionales. Un aspecto a señalar se es la propagación abrumadora de las denominadas cabinas de internet. Estas están a la disposición de un porcentaje muy considerable de la población, hecho que demuestra la también democratización de la nueva tecnología de comunicación.

El nivel y forma de consumo determina actualmente también la identificación social y la apertura económica del Perú en los años 90 propició el ingreso de transnacionales que construían establecimientos que se convertían en los nuevos puntos estratégicos de socialización. Ubicados tanto en las zonas céntricas de la ciudad como en la periferia. Adicionalmente, cabe señalarse que dichas transnacionales tenían (tienen) como competidos a empresas nacionales de amplia nivel de competitividad gracias a la fidelización de su público cautivo.

La diferenciación entre individuos reafirma la identidad de cada uno de ellos: el ser objeto de interés, sorpresa y diversos sentimientos genera una revaloración hacia lo personal, hacia lo que se posee. Es así que la identidad se refuerza. El turismo es una actividad que contribuye con la generación de las relaciones aludidas y además intensifica elementos nativos a los que se les da mayor énfasis y protección moral. Consiguientemente, en el Perú distintos bienes culturales se establecieron como patrimonio nacional.

La religión y la música se asocian como componentes de resistencia y defensa de lo tradicional ya que su persistencia se mantiene y rescata manifestaciones culturales que podrían ser desechadas por esta sociedad de consumo. Esa asociación cobra considerable notoriedad en los pueblos andinos cuyos ciudadanos emigrantes llevaban consigo sus costumbres para practicarlas en el nuevo punto de llegada. Es así que la segunda generación y la tercera conserva dichas costumbres y las perpetúan en el espacio geográfico en que se encuentren. Por eso lo común de presenciar fiestas patronales totalmente deslocalizadas organizadas por personas cuya procedencia es la original de dicha fiesta. Esas personas defienden su derecho a identidad al albergar su propia manifestación cultural.

El proceso de emigración se suscita debido a la creciente crisis económica y el afán por la superación. El éxodo se da hacia sociedades cosmopolitas donde el encuentro con tan numerosas culturales genera la necesidad de mostrar la propia y reivindicarla y exponerla de manera fiel. El perfil del emigrante es muchas veces el del hijo o nieto de provincianos cuyo impulso para mudarse a la ciudad es el mismo que experimentaron sus padres o abuelos. Impulso que los llevó en ambos casos a desafiar las fronteras más próximas para encabezar un proceso de expansión territorial y, consiguientemente, cultural no imaginado.

Este artículo presenta un ánimo de optimismo ciertamente irresponsable. Se señala al fenómeno de globalización (mediante el avance de la informática) como una posibilidad de articulación de sociedades antes desligadas entre sí donde los patrimonios culturales respectivos son respetados y reinventados sin dejar de lado lo tradicional. Sin embargo, la realidad es distinta. La globalización es tan solo una estrategia de deshumanización y de negación de identidades. El propósito es arraigar los elementos occidentales en la gente de manera que, en un contexto en que los medios de producción imponen un patrón cultural único y superior, las identidades se van simplificando y pierden el contenido que las volvía instrumento de resistencia. Es así que los mecanismos de homogenización cultural se vuelven mucho más simples de desarrollar. Un ejemplo claro de esto es el actual apogeo de un ritmo pseudo-andino llamado el “huayno con arpa”: la música de los andes del Perú presenta variantes incalculables, sin embargo, las intérpretes del género mencionados provienen de regiones distintas y, a pesar de ello, el sonido de cada una de ellas es exactamente el mismo. La homogenización ya se dio y es imparable porque se liga a una actividad que genera amplios niveles de ganancia y de vicio por parte de sus consumidores: la venta desmesurada de licor.

Por otro lado, la interacción Perú-Aldea Global impide el ofrecimiento de los bienes culturales de manera leal y legítima. Los productos bandera no son más que muestras de instrumentos que pueden dar cierta idea de lo que el Perú posee. No obstante, la exportación (masiva o selecta) de estos elementos origina su inmediata desvirtuación por el hecho de que estos deben estar sujetos a ciertos parámetros comerciales. Por lo tanto, es prácticamente imposible exponer algo de manera genuina si es sacado de su contexto original. No es lo mismo una chompa de alpaca utilizada en una pasarela de París (que no representa para nada bien a nuestro país) que el mismo material hecho diseño legítimo en las orillas de Titicaca.

Wednesday, September 13, 2006

¿Interculturalidad en globalización?: la posesión de los medios de producción del papel homogenizador antes asumido por el caduco modelo Estado-nación

El término “ciudadanía” designa la relación entre individuo y el Estado, así, sus distintos modelos varían de acuerdo con la naturaleza del segundo mencionado. Por otro lado, el concepto de multiculturalidad debe ligarse firmemente con la imagen del Estado, debido a su requerida capacidad de captar las distintas variables culturales; mientras que el de interculturalidad, con el de individuo, por el hecho de la interrelación supuestamente articulada y correctamente concebida de un ciudadano con individuos de procedencias múltiples. Entonces, la concordancia entre ambos niveles genera una situación ideal. Sin embargo, la relación de dichos niveles es de amplia complejidad y no siempre su composición es la adecuada, esto debido a que existen ciertas tensiones aún oscilantes.

Un punto en común de todo modelo de Estado multicultural es su inmediato alejamiento del otrora anhelado Estado-nación. Sucede que este evoca ciertos factores que facilitan la homogenización de una sociedad en la que la propuesta imperante y válida es la impuesta por el grupo dominante. Estar fuera de tales parámetros contribuye con el riesgo de ser apartado, marginado y no asimilado. Por lo tanto, el modelo de Estado multicultural es el actualmente buscado, eso sí, este debe adaptarse a las condiciones específicas del país en que este sistema se aplique. No obstante, hay rasgos que resultan comunes en todos los casos. Por ejemplo, el rechazo de todo tipo de exclusión so pretexto de la “construcción nacional”, claro, esta problemática se agrava mientras mayor sea la multiculturalidad y todas las instituciones públicas están comprometidas en ello. Asimismo, ligado a lo anterior, el acceso al Estado por parte de todos y, finalmente, el reconocimiento y reivindicación históricos de aquellos grupos víctimas de la exclusión. Estos grupos, condicionados por su concentración territorial, determinan la clase de Estado multicultural a erigirse.

De suma importancia se presenta el enfocarse hacia el otro nivel de complemento: el de ciudadano intercultural. En primer lugar, resulta preciso que este se articule de manera espontánea y natural con el modelo de Estado multicultural, ya que el último mencionado tendrá carácter de larga duración si se sostiene y recibe el aval del tipo de ciudadano aludido, el cual reúne una serie de rasgos peculiares gracias a un sistema que le acredita un nuevo patrón de formación, en primera instancia, en la escuela. Logrado esto, el Estado genera las instituciones en sociedades con lazos de identidad privativos, de manera que las libera de la opresión ejercida por la mayoría influyente y suscita la edificación de una sociedad paralela. Es en ese momento en que se genera una contradicción. El problema radica en el hecho de que estas sociedades paralelas poseen un buen nivel de funcionamiento interno, pero no ocurre lo mismo en la interrelación entre las partes, producto del desinterés por comprenderse de ambos. Es así que el fenómeno señalado no satisface decorosamente la descripción de lo que es ciudadanía intercultural. Simplemente porque un ciudadano intercultural es alguien quien tiene la permanente disposición hacia lo diverso y que además está inmerso en ello.

El enfatizar las habilidades interculturales contribuye con la reducción de la sensación de aislamiento, promueve la integración entre distintos grupos y construye una plataforma sólida con camino ineludible hacia la justicia. Sin embargo, la preferencia abultada hacia algunas culturas antes que a otras puede generar serias fricciones que se alimentan por el malestar de ciertas sociedades por no ser atractivas para otras. Un problema no tocado es el de la existencia real de sociedades que se resisten a darse a la luz global, inspirados por credos religiosos conservadores y ortodoxos que señalan a los miembros de estas sociedades como los únicos “salvados”, los “escogidos”. Estos credos están considerablemente arraigados debido a la formación temprana que los ciudadanos reciben en casa, escuela y sociedad.

¿Realmente es necesario tener pleno entendimiento sobre las variables de las otras culturas? La respuesta es no. Solo es necesario reconocer las diferencias entre las concepciones de cada grupo y ser consciente de que no se puede esperar a un Estado que actúe desde la visión de uno de ellos.

Estos puntos son muy bien detallados, y con bastante ánimo de desencanto, por el filósofo Will Kymlicka. No obstante, el tema de la problemática de la globalización ha sido tocado de manera insuficiente. La globalización es un fenómeno que se expone cada vez más frecuentemente desde un enfoque idealizado que va de la mano con el desarrollo tecnológico y la hegemonía política de las potencias de Occidente que se afianzó a partir de la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS cuyo origen se remonta a las desviaciones engendradas en el XX Congreso del PCUS. Desde esa posición podemos preguntarnos, ¿la globalización propicia las relaciones interculturales? Lamentablemente, no. Más bien, hace todo lo contrario: elimina esos lazos que crean identidad cultural. Entonces, si no hay cultura, no hay la cuestión intercultural. Pueden darse encuentros entre gente de distintos países, pero no se da la retroalimentación esperada debido a que ambos están manejados bajo un sistema controlado por los medios de producción masivos cuyo primer fin es la homogenización en todos los ámbitos para lograr la consiguiente simplificación de las variables específicas de cada sociedad y etnia. Otro claro ejemplo de cómo la globalización corrompe la identidad cultural de las personas es la expansión descontrolada de ciertas modas que involucran diversos factores (música, ropa, lenguaje, etc.): casi inevitable el encuentro de un joven con la música reggaeton, de por medio están la televisión, radio y publicidad en general. En consecuencia, dicho joven (en este caso, de origen andino) asume tales patrones e inmediatamente niega el folklore de su tierra al entregarse a una moda extranjera, ligada al poder y seguridad de un pseudo-género musical creado en una isla totalmente respaldada por los EE.UU. Eso, señores, tiene un solo nombre: imperialismo.

Sunday, August 27, 2006

Equilibrio industrial: confraternización entre el campo social y empresarial para el logro de un impacto adecuado entre las partes

La labor cumplida por el sector empresarial en los mercados medianamente establecidos es de natural efecto social, sea por el manejo de precios, la retribución económica (expresada en el aumento de empleos y modernización de la localidad) o el impacto ambiental producido; pero siempre implica cambios (positivos o negativos) para el público directa o indirectamente consumidor o dependiente.

Por eso la imagen débil y condescendiente del Estado Peruano se vería obligada a sufrir ciertos cambios estructurales para así conseguir una postura sólida frente a las grandes empresas (nacionales y transnacionales); las que, a través de mecanismos tales como la evasión de impuestos, reducción de costos laborales y otros, pretenden no contribuir en el desarrollo de nuestra nación.

Para lograr dicho fortalecimiento, se muestra imperante la búsqueda del progreso en todos los órdenes y afianzar con especial énfasis el administrativo, ineludiblemente sobre la base de una sociedad debidamente educada e informada, con las facultades de cuestionar sin perder la noción del argumento. Es decir, conseguir erigir un Estado sano, estable y con el respaldo de un país bajo el marco de una democracia.

Consiguientemente, la gran empresa privada aceptará cumplir con las exigencias impuestas por el Estado, cuya intención no es la de ahuyentar a las nuevas y ya instituidas inversiones, sino la de convertir el modelo económico utilizado en un sistema más justo para las partes involucradas, aun así, solvente.

La empresa cumple entonces su responsabilidad social por medio del Estado en el momento de entregarle el (previamente acordado) porcentaje de utilidad con fines subsidiarios, mas su tarea no se limita en emitir un pago periódico, sino que, para establecer una más equilibrada relación con la sociedad a la que afecta, debe impulsar medidas internas (con carácter extensivo) de reconocimiento y acercamiento espontáneo. De esta manera, la empresa privada no evoca la imagen de un ente ultra consumidor que favorece la deterioración del conjunto de elementos abióticos y bióticos; en otras palabras, alcanzar una legítima condición que permita arraigar un desarrollo sostenible en las regiones escasamente urbanizadas en buenos términos con sus pobladores que, en la mayoría de casos, no pretenden más que llevar una vida pacífica inspirada en sus costumbres ancestrales y sus propios códigos de ética.

Al mencionarse al Estado y la empresa privada, debe pensarse que la responsabilidad de uno de ellos no excluye al acatamiento de esta por parte del otro: la obligación es uniforme para ambos. Queda claro que el primero cumple el papel de autoridad; por tanto, posee una naturaleza de mayor compromiso.

Si nos adentramos en el tema de la minería, vemos que sucesos de desorden público como los ocurridos en Tintaya, Antamina, La Zanja y la ingobernabilidad que se vive en Bolivia se presentan como respuesta hacia las empresas mineras ante la disconformidad de grupos extremistas. En ese momento se distingue un alejamiento en el trato con el Estado, cuyo incumplimiento de sus cargos se centra en el hecho de no haber edificado un buen cuerpo que facilite la estructuración de una oportuna legislación ambiental. Sucede que si hay considerable (o por más mínimo que sea) número de empresas que no cumple los programas de imagen institucional de forma espontánea, el Poder Ejecutivo debe asumir una actitud de autoridad para que finalmente se haga y se conduzca hacia el cuidado de la calidad del ecosistema y la calidad de vida de la población en la zona de influencia.

Si la finalidad del desarrollo económico es crear mejores condiciones de vida, es indispensable nutrir el proceso previo a través de la proposición por parte del Estado de leyes que permitan el establecimiento de una atmósfera que reúna los requisitos necesarios para formar un país estable y atractivo para las inversiones a mediano y largo plazo. Pero sin que estas últimas rompan con las demandas de los mismos ciudadanos (sean urbanos o rurales), cuya aspiración es la de ver reflejadas satisfactorias cifras macroeconómicas en sus presupuestos familiares. Esto sí se puede lograr, solo es precisa una visión más abierta de los intereses de los distintos sectores y políticas para cubrirlos.