Wednesday, September 27, 2006

Reseña y crítica al artículo "La gran transformación" de Carlos Iván Degregori

La primera gran transformación

El proceso más reciente de urbanización y migración, comenzado a partir de los años 50, coincide con el fin paulatino del poder explotador oligárquico y, consiguientemente, con la estructura tradicional de sociedad andina sustentada en la servidumbre. Así, se edifica el inicio de una nueva etapa de urbanización e industrialización donde el cholo (nuevo actor social) se enfrenta a sucesivas contradicciones entre modernización contra tradición. En primera instancia, en la década de 1950 y 1960, este enfrentamiento se llevó con cierta armonía debido a que se rompían tradiciones consideradas arcaicas (la andina y criolla) gracias a la expansión de un proceso de modernización promovido por el desarrollo económico en ciertos ámbitos y la seguida ampliación del gasto público.

La irrupción corporativista del gobierno velasquista propició la reproducción de sectores sociales que organizaron numerosas movilizaciones. Esta atmósfera pareció encontrar solución en el momento en que se convocó a una Asamblea Constituyente encargada de la promulgación de una nueva Constitución que sirviese como plataforma a un flamante régimen integral y democrático. Sin embargo, la aparición de un partido de orientación marxista-leninista-maoísta de nombre Sendero Luminoso, con su guerra popular prolongada del campo a la ciudad puso en jaque a dicho naciente régimen. Por otro lado, surgía una clase empresaria emergente conformada por aquellos migrantes andinos que creaban un nuevo Perú.

La década de 1950 aceleró el proceso de educación primaria y secundaria con el motivo de disminuir la tasa de analfabetismo, sobre todo en sectores pobres. Este hecho produjo la necesidad de estos sectores por seguir continuando esa carrera de desarrollo educativo, lo que impulsó el mayor acceso a la educación universitaria y la creación acelerada (desde los años 80) de nuevas universidades sin ningún tipo de regulación cualitativa.

Sucesivos avances en el aumento de la tasa de natalidad y reducción de mortalidad convirtieron al Perú en un país principalmente joven y a su vez urbano. Esto último se explica por el éxodo hacia Lima y otras ciudades que iba acentuándose al pasar las décadas de la segunda mitad del siglo XX. El nuevo modelo de ciudadano buscaba insertarse en la vida económica para escapar de su pobreza y, asimismo, ubicarse en un espacio geográfico que se adapte como su lugar de residencia. Es entonces que se constituyen las primeras invasiones en zonas periféricas que con el tiempo se convirtieron en distritos como San Juan de Lurigancho, El Agustino, etc., aunque sin el debido orden y condiciones de vida adecuadas.

La ausencia del Estado para solucionar problemas de carácter urbano favoreció la organización basada la cuestión de reciprocidad dada entre miembros de un mismo origen. Esta tradición de origen andino, surgió como una alternativa eficaz y también como medida de autoprotección y asociación que devino en la aparición de nuevos conceptos de comercio masivo que fueron hallándose en un país que iba diluyendo los antiguos esquemas post-coloniales antes asumidos. Nueva identidad cultural: interacción con los nuevos medios de comunicación y reestructuración en distintos ámbitos (arte, religión, etc.).

En medio de una coyuntura política y social en que el más perjudicado era siempre el sector bajo, aún se hallaba una Iglesia Católica distante e inmersa todavía en el sistema feudal. Fue de este modo que facciones dentro de ella, como la de la Teología de la Liberación, centraron su lucha contra la pobreza y buscaron liberar al hombre de la opresión ejercida por la explotación. Además, brotaron iglesias cristianas alternativas ubicadas en zonas de violencia social como las comunidades evangélicas o la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal. Sin embargo, la tradición Católica pudo sostenerse a través de cultos populares como el de Sarita Colonia y fiestas patronales de llegada popular.

El movimiento migratorio obligó a readaptar costumbres y tradiciones a las condiciones espe-cíficas de la ciudad para poder mantenerlas vigentes y arraigó muy fuertemente símbolos de identificación nacional. Sin embargo, se mantiene un nivel de pobreza y desigualdad notable que impide el desarrollo total del potencial de nuestros ciudadanos. Problemática que hasta hoy no encuentra solución.

Esta primera transformación está condicionada por el movimiento de las condiciones sociales y materiales de la sociedad. No obstante, Carlos Iván Degregori intenta presentar esta transformación como un hecho histórico que va de la mano con un proceso natural de modernización promovido por el Estado en la ampliación del gasto público. Esta es una afirmación incierta debido a que la aludida transformación se debe al cambio de la fuerza explotadora. La explicación es simple. Antes de la migración expuesta, el Perú se mantenía como una sociedad semifeudal en la que hacendados y gamonales ejercían el poder de explotación hacia el campesino. Sin embargo, esta situación ve alterarse por su evidente carácter insostenible cuando el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, en el año 1969, expropia las tierras de los hacendados en plena Reforma Agraria. Esta reforma no vino acompañada por un proceso de administración de tierras y tecnificación por lo que los campesinos fracasaron en el intento de manejar la tierra trabajada. Fue así que se generan las consiguientes migraciones a la ciudad.

El hombre andino al encontrarse situado en la ciudad se halla en una contradicción. ¿En realidad ellos conquistan Lima o se ven absorbidos por ella? Sucede que se ven absorbidos por ella. Al crear un emergente espíritu de empresa, el nuevo ciudadano forma negocios que nacen en medio de la informalidad, pero el tiempo les da el sustento necesario para afianzarse y pasarse al lado de la legalidad. En consecuencia, se crea una nueva burguesía que, en defensa de sus nuevos intereses, toma una posición conservadora que lo único que hace es perpetuar el sistema que los acogió en un principio como sector marginal.


La segunda gran transformación

El vertiginoso desarrollo de la informática ha impactado en la concepción sobre realidad que tradicionalmente se tenía y rompe con los esquemas clásicos de espacio y tiempo. La naciente denominación “aldea global” surge en medio de avances en el campo tecnológico, sin embargo, mantiene los viejos problemas de desigualdad y concentración del poder económico manejado por grandes corporaciones que emprenden un gran plan de homogenización cultural que limita la cuestión tradicional. A pesar de dicha tensión entre tradición y modernidad, se crean fuentes de creatividad que fusionan y renuevan ciertas manifestaciones hasta el punto de tener la capacidad de deslocalizarlas. Esto genera, a pesar de la fuerte opresión ejercida por la globalización, lazos consistentes que refuerzan la perspectiva sobre identidad.

Los medios de comunicación han logrado articular el territorio peruano y le han adjudicado un sentimiento de pertenencia a través de elementos simbólicos como la transmisión de un partido de fútbol. No obstante, también buscan establecer parámetros superiores y de mayor validez (música, moda, concepto de belleza, etc.) que objetivamente no compatibilizan con la realidad del país debido a que difunden rasgos foráneos e ilegítimos. Aunque poro otro lado, los medios son utilizados también por quienes buscan la reivindicación de los verdaderos valores nacionales. Un aspecto a señalar se es la propagación abrumadora de las denominadas cabinas de internet. Estas están a la disposición de un porcentaje muy considerable de la población, hecho que demuestra la también democratización de la nueva tecnología de comunicación.

El nivel y forma de consumo determina actualmente también la identificación social y la apertura económica del Perú en los años 90 propició el ingreso de transnacionales que construían establecimientos que se convertían en los nuevos puntos estratégicos de socialización. Ubicados tanto en las zonas céntricas de la ciudad como en la periferia. Adicionalmente, cabe señalarse que dichas transnacionales tenían (tienen) como competidos a empresas nacionales de amplia nivel de competitividad gracias a la fidelización de su público cautivo.

La diferenciación entre individuos reafirma la identidad de cada uno de ellos: el ser objeto de interés, sorpresa y diversos sentimientos genera una revaloración hacia lo personal, hacia lo que se posee. Es así que la identidad se refuerza. El turismo es una actividad que contribuye con la generación de las relaciones aludidas y además intensifica elementos nativos a los que se les da mayor énfasis y protección moral. Consiguientemente, en el Perú distintos bienes culturales se establecieron como patrimonio nacional.

La religión y la música se asocian como componentes de resistencia y defensa de lo tradicional ya que su persistencia se mantiene y rescata manifestaciones culturales que podrían ser desechadas por esta sociedad de consumo. Esa asociación cobra considerable notoriedad en los pueblos andinos cuyos ciudadanos emigrantes llevaban consigo sus costumbres para practicarlas en el nuevo punto de llegada. Es así que la segunda generación y la tercera conserva dichas costumbres y las perpetúan en el espacio geográfico en que se encuentren. Por eso lo común de presenciar fiestas patronales totalmente deslocalizadas organizadas por personas cuya procedencia es la original de dicha fiesta. Esas personas defienden su derecho a identidad al albergar su propia manifestación cultural.

El proceso de emigración se suscita debido a la creciente crisis económica y el afán por la superación. El éxodo se da hacia sociedades cosmopolitas donde el encuentro con tan numerosas culturales genera la necesidad de mostrar la propia y reivindicarla y exponerla de manera fiel. El perfil del emigrante es muchas veces el del hijo o nieto de provincianos cuyo impulso para mudarse a la ciudad es el mismo que experimentaron sus padres o abuelos. Impulso que los llevó en ambos casos a desafiar las fronteras más próximas para encabezar un proceso de expansión territorial y, consiguientemente, cultural no imaginado.

Este artículo presenta un ánimo de optimismo ciertamente irresponsable. Se señala al fenómeno de globalización (mediante el avance de la informática) como una posibilidad de articulación de sociedades antes desligadas entre sí donde los patrimonios culturales respectivos son respetados y reinventados sin dejar de lado lo tradicional. Sin embargo, la realidad es distinta. La globalización es tan solo una estrategia de deshumanización y de negación de identidades. El propósito es arraigar los elementos occidentales en la gente de manera que, en un contexto en que los medios de producción imponen un patrón cultural único y superior, las identidades se van simplificando y pierden el contenido que las volvía instrumento de resistencia. Es así que los mecanismos de homogenización cultural se vuelven mucho más simples de desarrollar. Un ejemplo claro de esto es el actual apogeo de un ritmo pseudo-andino llamado el “huayno con arpa”: la música de los andes del Perú presenta variantes incalculables, sin embargo, las intérpretes del género mencionados provienen de regiones distintas y, a pesar de ello, el sonido de cada una de ellas es exactamente el mismo. La homogenización ya se dio y es imparable porque se liga a una actividad que genera amplios niveles de ganancia y de vicio por parte de sus consumidores: la venta desmesurada de licor.

Por otro lado, la interacción Perú-Aldea Global impide el ofrecimiento de los bienes culturales de manera leal y legítima. Los productos bandera no son más que muestras de instrumentos que pueden dar cierta idea de lo que el Perú posee. No obstante, la exportación (masiva o selecta) de estos elementos origina su inmediata desvirtuación por el hecho de que estos deben estar sujetos a ciertos parámetros comerciales. Por lo tanto, es prácticamente imposible exponer algo de manera genuina si es sacado de su contexto original. No es lo mismo una chompa de alpaca utilizada en una pasarela de París (que no representa para nada bien a nuestro país) que el mismo material hecho diseño legítimo en las orillas de Titicaca.

Wednesday, September 13, 2006

¿Interculturalidad en globalización?: la posesión de los medios de producción del papel homogenizador antes asumido por el caduco modelo Estado-nación

El término “ciudadanía” designa la relación entre individuo y el Estado, así, sus distintos modelos varían de acuerdo con la naturaleza del segundo mencionado. Por otro lado, el concepto de multiculturalidad debe ligarse firmemente con la imagen del Estado, debido a su requerida capacidad de captar las distintas variables culturales; mientras que el de interculturalidad, con el de individuo, por el hecho de la interrelación supuestamente articulada y correctamente concebida de un ciudadano con individuos de procedencias múltiples. Entonces, la concordancia entre ambos niveles genera una situación ideal. Sin embargo, la relación de dichos niveles es de amplia complejidad y no siempre su composición es la adecuada, esto debido a que existen ciertas tensiones aún oscilantes.

Un punto en común de todo modelo de Estado multicultural es su inmediato alejamiento del otrora anhelado Estado-nación. Sucede que este evoca ciertos factores que facilitan la homogenización de una sociedad en la que la propuesta imperante y válida es la impuesta por el grupo dominante. Estar fuera de tales parámetros contribuye con el riesgo de ser apartado, marginado y no asimilado. Por lo tanto, el modelo de Estado multicultural es el actualmente buscado, eso sí, este debe adaptarse a las condiciones específicas del país en que este sistema se aplique. No obstante, hay rasgos que resultan comunes en todos los casos. Por ejemplo, el rechazo de todo tipo de exclusión so pretexto de la “construcción nacional”, claro, esta problemática se agrava mientras mayor sea la multiculturalidad y todas las instituciones públicas están comprometidas en ello. Asimismo, ligado a lo anterior, el acceso al Estado por parte de todos y, finalmente, el reconocimiento y reivindicación históricos de aquellos grupos víctimas de la exclusión. Estos grupos, condicionados por su concentración territorial, determinan la clase de Estado multicultural a erigirse.

De suma importancia se presenta el enfocarse hacia el otro nivel de complemento: el de ciudadano intercultural. En primer lugar, resulta preciso que este se articule de manera espontánea y natural con el modelo de Estado multicultural, ya que el último mencionado tendrá carácter de larga duración si se sostiene y recibe el aval del tipo de ciudadano aludido, el cual reúne una serie de rasgos peculiares gracias a un sistema que le acredita un nuevo patrón de formación, en primera instancia, en la escuela. Logrado esto, el Estado genera las instituciones en sociedades con lazos de identidad privativos, de manera que las libera de la opresión ejercida por la mayoría influyente y suscita la edificación de una sociedad paralela. Es en ese momento en que se genera una contradicción. El problema radica en el hecho de que estas sociedades paralelas poseen un buen nivel de funcionamiento interno, pero no ocurre lo mismo en la interrelación entre las partes, producto del desinterés por comprenderse de ambos. Es así que el fenómeno señalado no satisface decorosamente la descripción de lo que es ciudadanía intercultural. Simplemente porque un ciudadano intercultural es alguien quien tiene la permanente disposición hacia lo diverso y que además está inmerso en ello.

El enfatizar las habilidades interculturales contribuye con la reducción de la sensación de aislamiento, promueve la integración entre distintos grupos y construye una plataforma sólida con camino ineludible hacia la justicia. Sin embargo, la preferencia abultada hacia algunas culturas antes que a otras puede generar serias fricciones que se alimentan por el malestar de ciertas sociedades por no ser atractivas para otras. Un problema no tocado es el de la existencia real de sociedades que se resisten a darse a la luz global, inspirados por credos religiosos conservadores y ortodoxos que señalan a los miembros de estas sociedades como los únicos “salvados”, los “escogidos”. Estos credos están considerablemente arraigados debido a la formación temprana que los ciudadanos reciben en casa, escuela y sociedad.

¿Realmente es necesario tener pleno entendimiento sobre las variables de las otras culturas? La respuesta es no. Solo es necesario reconocer las diferencias entre las concepciones de cada grupo y ser consciente de que no se puede esperar a un Estado que actúe desde la visión de uno de ellos.

Estos puntos son muy bien detallados, y con bastante ánimo de desencanto, por el filósofo Will Kymlicka. No obstante, el tema de la problemática de la globalización ha sido tocado de manera insuficiente. La globalización es un fenómeno que se expone cada vez más frecuentemente desde un enfoque idealizado que va de la mano con el desarrollo tecnológico y la hegemonía política de las potencias de Occidente que se afianzó a partir de la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS cuyo origen se remonta a las desviaciones engendradas en el XX Congreso del PCUS. Desde esa posición podemos preguntarnos, ¿la globalización propicia las relaciones interculturales? Lamentablemente, no. Más bien, hace todo lo contrario: elimina esos lazos que crean identidad cultural. Entonces, si no hay cultura, no hay la cuestión intercultural. Pueden darse encuentros entre gente de distintos países, pero no se da la retroalimentación esperada debido a que ambos están manejados bajo un sistema controlado por los medios de producción masivos cuyo primer fin es la homogenización en todos los ámbitos para lograr la consiguiente simplificación de las variables específicas de cada sociedad y etnia. Otro claro ejemplo de cómo la globalización corrompe la identidad cultural de las personas es la expansión descontrolada de ciertas modas que involucran diversos factores (música, ropa, lenguaje, etc.): casi inevitable el encuentro de un joven con la música reggaeton, de por medio están la televisión, radio y publicidad en general. En consecuencia, dicho joven (en este caso, de origen andino) asume tales patrones e inmediatamente niega el folklore de su tierra al entregarse a una moda extranjera, ligada al poder y seguridad de un pseudo-género musical creado en una isla totalmente respaldada por los EE.UU. Eso, señores, tiene un solo nombre: imperialismo.